viernes, 20 de junio de 2014

Pensar, educar y hacer

A veces las teorías sobrepasan su propia justificación y en lugar de abocarse a esclarecer el sentido del mundo, derivan en un bizantino afán por la supremacía de sus propios argumentos y razones. Por lo consiguiente, una de las tantas tareas del educar debe, de encaminarse al desenmascaramiento de tales falacias y así, devolver a la reflexión su valor de praxis, devolviendo los ímpetus transformadores, sofocados en vacíos discursos, a la tierra y la existencia de las personas. En este sentido, vale la pena reflexionar con el pedagogo brasileño Paulo Freire, acerca de la relación entre pensar, educar y hacer. Esto es lo que desarrollaremos a continuación, para todos los lectores.


Para Freire la cultura no es algo exclusivo para la gente con alto poder económico. Quienes son considerados como ignorantes no son más que personas cultas a quienes no se les ha brindado la ocasión de expresarse y por lo tanto, no les queda sino contentarse con una “cultura del silencio”.

Freire tiene razón en defender el derecho universal a la educación y la cultura. Incluso puede proponerse que no existe una pedagogía con fundamento, si no se encuentra orientada por un impulso a la igualdad y la justicia social, es decir, la defensa de una realidad humana razonable y tolerante.

Educar

Freire considera que el estudio no se calcula por la cantidad de páginas leídas en una velada, ni tampoco por el número de volúmenes leídos en un semestre escolar. Para este pensador carioca, estudiar no es un ciego consumir de ideas, sino que se encuentra directamente relacionado con la creación y recreación de las mismas.

Prosiguiendo el sentido de esta reflexión de Freire, puede imaginarse cuan positivo será el momento, cuando los profesores, más que dictar cátedra, encausen diálogos instructivos con la juventud estudiantil, creando y recreando alternativas posibles para el progreso de las sociedades.

Hacer

Los educadores autoritarios, según Freire, son ajenos a cualquier muestra de solidaridad en el sentido de que, al enseñar, nunca se dejan educar por los propios educandos.

Grave es lo que denuncia Freire, puesto que de este modo se explica como, al salir de las escuelas, muy pocas personas tienen la capacidad para lograr transformaciones de fondo para beneficio de la sociedad. Para la gran mayoría de los noveles profesionistas, no existe otro futuro sino el de una obediencia irreflexiva y poco redituable a lo establecido.

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