miércoles, 7 de mayo de 2014

Nazino, la tenebrosa isla de los caníbales

En la primavera de 1933 una nueva jornada de sufrimiento aguardaba a la Unión Soviética. En plena dictadura de Stalin barbaridades y salvajismo eran el pan de cada día de los ciudadanos rusos. Stalin ordenaba cada cierto tiempo efectuar “purgas” en las calles de las ciudades más importantes. Estas cacerías humanas ocasionaban que miles de personas en estado de miseria o de indefensión social, fueran arrestadas y embarcadas a destinos desconocidos, en lo más remoto y peligroso de Siberia. 



Por aquel entonces Stalin determinó que fueran deportadas de manera forzosa, 6,144 personas, como parte de su plan de limpiar las ciudades de indeseables y para que colonizaran lugares silvestres y lejanos. Una mañana del año mencionado, fue embarcada esa muchedumbre rumbo a la isla Nazino, un pedazo de tierra sin vegetación alguna, inhóspito, agreste y desolado, lejos de cualquier traza de civilización. Allí no había esperanza de hallar cabañas, refugio, o campamento alguno. Más de 30 personas fallecieron solo en el trayecto, por las pésimas condiciones en las que se hallaban las embarcaciones. Se les dijo que la isla Nazino sería solo una escala, una parada provisional. 

Sin embargo esa estancia se extendió durante un mes entero, al tiempo que la isla se transformaba en un sitio de pesadilla, tumba para miles de personas y el infierno para innumerables más. Nazino se convirtió en el espacio de los episodios más salvajes, bárbaros y animales del ser humano, que se manifiestan justo cuando es forzado a situaciones sin control alguno, límites extremos justo al borde de la demencia. Nazino se ubica en la región de Tomsk, en el distrito de Alexandrovsk. 

No lejos de la isla, se encuentra el pueblo del mismo nombre. Pero desde 1930 este sitio fue nombrado como la Isla de la Muerte e incluso los marineros que se navegaban por el río Ob, la conocían por ese mismo nombre. Los deportados fueron desembarcados con lo que llevaban puesto, sin víveres, sin ropa adecuada para las gélidas temperaturas siberianas. Muchos de aquellos desdichados llevaban ropa ligera, puesto que habían sido capturados de improviso y muchos llevaban las mínimas prendas. Era gente de todas clases sociales, edades y sexos: criminales, delincuentes, científicos, escritores, hombres, mujeres y niños. 

Todos ellos sin control alguno, abandonados a su destino en aquella olvidada isla. Tan solo en la primera noche murieron 295 personas en la isla de Nazino, no obstante eso fue solo el inicio de la tragedia. En una carta desclasificada luego de 70 años, un subalterno le comunicaba a Stalin acerca de la llegada a la isla: “En la isla no había ninguna herramienta, ni edificios, ni semillas, no había ni una migaja de comida. El 19 de mayo empezó nevar debido a la rosa de los vientos, y las heladas se apoderaron del lugar. 

Fue cuando la gente comenzó a morir. Muchos de ellos murieron alrededor de las hogueras mientras dormían, agotados por el frío y la humedad. El equipo de sepultureros enterró durante el primer día 295 cadáveres.” Cinco días después de haber desembarcado, llegaron las provisiones: harina, 20 toneladas de harina y nada más. La entrega de las raciones se convirtió en un verdadero caos, puesto que los grupos más agresivos, integrados por delincuentes y criminales, se apropiaron de la mayoría de la harina e hizo entrega de ella, de acuerdo a su conveniencia. Se formaron estampidas enteras de gente desesperada de hambre y muchos murieron pisoteados por la famélica multitud. 

Con apenas medios para encender pequeñas hogueras, los deportados, en su angustia, tuvieron que tragar la harina mezclada con el agua del río. Esto propició brotes de disentería y fiebre tifoidea, lo cual ocasionó numerosos fallecimientos más. Las pocas personas que aún tenían fuerzas, intentaron escapar cruzando el río, sujetándose a viejos troncos. No obstante, de inmediato eran acribillados por los guardias y los que no fueron alcanzados por los disparos eran arrastrados por la corriente. Pocos escaparon con vida de la Isla de la Muerte. 

En poco tiempo los deportados se decantaron al lado más primitivo y salvaje. Lo que quedaba de cordura en ellos, por la desesperación y el temor, desapareció, junto con toda compasión o sentido humano. Los habitantes de Nazino se embriagaron de su instinto más primitivo y se arrojaron al canibalismo, de la manera más cruel e inhumana. No solamente comieron la carne de los muertos o asesinados, sino que las hordas embrutecidas inmovilizaban a sus víctimas y se alimentaban de sus cuerpos, aun estando ellas con vida. Tan cotidianos llegaron a ser tales eventos que en Nazino se utilizaba la expresión de “ordeñar la vaca” cuando se presentaba una de estas carnicerías. 

 Uno de los escasos supervivientes de la Isla de la Muerte, que en aquel entonces tendría unos 13 años, rememora: “La gente moría por todas partes, se mataban entre sí. Entre los prisioneros recuerdo a una bonita joven deportada que estaba siendo cortejada y protegida por un guardia. Aprovecharon un momento en que él se había ido y la atraparon, la ataron a un árbol, y aun estando viva empezaron a cortarle trozos de carne de su cuerpo. Se la comieron totalmente viva, cuando el guardia regreso, la joven aún estaba con vida, pero había perdido mucha sangre, cortaron carne de sus muslos, cortaron sus pechos, pedazos de sus brazos… Cuando uno caminaba a lo largo de la isla, podría encontrarse con trozos de carne humana envuelta en telas y harapos, tiras de carne humana fileteadas colgadas de los árboles. Todo el terreno estaba lleno de cadáveres.”. 

 Un libro publicado mucho tiempo después, “Cannibal Island”, basado en relatos y documentos de los testigos, de la autoría de Nicolas Werth, detalla que innumerables personas, niños, mujeres y hombres, fallecieron en Nazino. Fueron más de 4 mil víctimas las cuales murieron en este dantesco lugar, asesinados, mutilados y devorados ( no siempre en este orden) en circunstancias donde unos pobres seres eran los cazadores y muchos más eran las indefensas víctimas, fáciles de ultimar. Años después, en la isla de Nazino se hallaron más de 30 fosas comunes, cada una de ellas con 50 o 70 cuerpos. 

Meses después aún aparecían cadáveres en las orillas del río Ob, tanto en las cercanías de la isla, como a distancias considerables. Y es que se cree que casos como este se hallan presentado en otras remotas islas de la URSSS, en tal periodo y posteriores. Los ecos de la Isla de la Muerte, los alaridos de las víctimas aterrorizadas, parecieron difundirse desde muchos otros puntos perdidos de la Rusia salvaje.

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