jueves, 29 de marzo de 2012

Yves Tanguy: "Los invisibles"

Tanguy expresó en "Los invisibles", un idea de André Breton, acerca de que quizás existan criaturas inasibles, capaces de evadir la percepción humana.




Formaciones abstractas con apariencia orgánica se aferran a estructuras afiladas, cual si quisieran llegar lo más alto posible. En el fondo se expone un cielo brumoso y amenazante. Yves Tanguy (1900-1955) artista muy influido por el movimiento surrealista desde 1925- entusiasmado con la obra de De Chirico-, trató de expresar en Los invisibles (1951), cierta perspectiva del líder del movimiento surrealista, André Breton, acerca de la posibilidad de que existan animales invisibles y desconocidos, capaces de evadir la percepción humana a través del camuflaje. Esta obra es una de las mejores muestras del arte visionario de Tanguy.

Buceando mares interiores

Tanguy ha realizado Los invisibles, liberando la expresividad de su inconsciente. Los seres manifestados en su obra no tienen una existencia probable, sin embargo, su presencia es de imposible refutación: ciertamente provienen del interior de Tanguy, de sus simas particulares. El ámbito que nos presenta la obra, es habitual en la producción de este artista: oníricos espacios con entidades amorfas, deambulando a través de paramos vacíos y alucinantes. Sin embargo, es de destacar la precisión y la pulcritud del estilo de Tanguy. Tales características también eran patentes en su personalidad. De carácter reservado hasta llegar a periodos de aislamiento, Tanguy mantuvo, no obstante, una buena amistad con muchos integrantes del movimiento surrealista, y estuvo casado con la pintora Kay Sage.

El crisol de la realidad

El mismo André Breton escribió alguna vez con respecto a la obra de Tanguy: “La marea desciende, dejando ver una interminable costa donde surgen formas compuestas hasta ahora desconocidas (…)No tienen un equivalente inmediato en la naturaleza y debe decirse que no han dado lugar a ninguna interpretación válida” . Para comprender el sentido de esta lectura, vale la pena comentar que, Tanguy, como los demás surrealistas, estudió con atención las ideas del psicoanalista Sigmund Freud.  De acuerdo a ello, Tanguy tenía la convicción de que el arte podía ser un vehículo manifestador de la dinámica del subconsciente.

Si comparamos esta intención por parte de Tanguy y la relacionamos con la lectura de Breton, se hace patente que “el mar” que alude Breton es una simbolización de la conciencia. Cuando “la marea” desciende, es decir, cuando la conciencia se aleja- lo cual sucede al soñar, por ejemplo- “la costa”- el estrato profundo del “yo”- exhibe entidades desconocidas y fascinantes. Esas criaturas son parte del interior de quien sueña, constituyen estados de ser tan válidos como los que participan del ser consciente, aunque permanecen siempre ocultos- camuflajeados, invisibles, justamente- en el interior del sujeto

Dimensión de otredad

Por lo tanto, Tanguy, en sus obras, nos presenta visiones del mundo, del mismo que habitamos en estado consciente, pero liberado del constreñimiento razonador del estar despierto. Cuando alguien viaja al interior de sí, lo hace a la vez, al origen mismo de la temporalidad vivencial: las alucinantes formaciones de Tanguy, los seres invisibles, son las cosas que vemos y tocamos todos los días, pero captadas en el instante justo de su aparición como entidades capturadas por la conciencia. Se trata del crisol mismo de la realidad, sumergido en un eterno génesis- y a la vez en una apocalíptica dialéctica- que nos envía a través del arte, cifrados recordatorios de su presencia oculta y gestadora.


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