viernes, 30 de marzo de 2012

Marie Laurencin: "Las bailarinas"

Marie Laurencin, pintora francesa, desarrolló un curioso universo habitado por delicadas muchachas, dotadas de la sublime belleza de lo espontáneo. Un grupo de hermosas bailarinas con delicados vestidos ensayan sus movimientos. Se trata de una imagen llena de gracia y encanto. Sus poses tienen una elegancia que emociona y cautiva. Se trata de la pintura “Las bailarinas” de la artista francesa Marie Laurencin (1885-1956).



“Las bailarinas” es una obra con los suaves tonos pastel tan distintivos de esta pintora y fomentan la cualidad casi etérea de las figuras. La obra de Laurencin nos comunica su muy personal universo creativo, habitado exclusivamente por preciosas mujeres. Además, la propuesta de Laurencin esencia perfectamente la orientación estética de la década de 1920, con su ornamento y frescura.

Una creativa autónoma

Marie Laurencin no cedió ante la presión de los estilos artísticos de su tiempo y conservó su particular forma expresiva. Justamente tal podría ser el valor más admirable de sus creaciones: esa proyección directa, sencilla y sin pretensiones. Laurencin, complementó su labor artística ilustrando con acuarelas libros de célebres autores: Gide, Jacob, Carroll, John Perse, etc. Contaba Marie, además, con el beneficio de pertenecer a un ámbito social y cultural frecuentado por Picasso, Braque, Matisse, Delaunay y Gris. Estos grandes artistas, con su contacto y amistad, coadyuvaron al desarrollo de su sensibilidad estética, lo cual queda plasmado en su singular y exquisita producción.

La belleza de lo espontáneo

Aquí se propone una lectura de “Las bailarinas”, ponderando justamente el estilo desenvuelto de Laurencin. Las jóvenes que se muestran en su cuadro motivan una admiración que no se corresponde a lo sensual. Más bien, estas mujeres atraen por su autenticidad, por su femineidad transparente. Ellas exponen una cierta danza interior y su armonía no precisa de coreografía ni de música alguna, sino solamente de su simple ser. Las pinceladas de Laurencin comparten esa misma proyección: no implican sentidos ocultos, ni hermenéuticos acertijos. Por el contrario, suya es la belleza de lo espontáneo, esa misma que celebró Seneca en una de sus mejores reflexiones. De acuerdo a este sabio, mucha es la felicidad de quien no esconde su propia esencia y sencillamente se expone tal como es. Las bailarinas de Marie Laurencin hacen solo eso, manifiestan la belleza inherente a su ser-mujer y motivan un sentimiento de sublime idealidad. Pero además, lo espontáneo no deja de tener algo de imprevisible, y la coquetería de las facciones y ademanes de las féminas de Laurencin exponen una sutil seducción, gracias a- precisamente- su frescura y naturalidad.


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