sábado, 31 de marzo de 2012

El oráculo de Delfos

El origen de la sabiduría griega, se halla estrechamente relacionado con la ambigüedad lúdica de los mensajes de la deidad, en el oráculo de Delfos. Oráculo es un término que alude tanto el mensaje como la sede, y el modo en el que en la Grecia antigua se llevaba a cabo la adivinación, es decir, el arte de adivinar el porvenir. El oráculo más célebre, auténtico núcleo del helenismo más antiguo y de los mitos asociados a la adivinación, fue el de Delfos.



En el oráculo de Delfos la pitia, una suerte de médium, desde lo más profundo de una gruta, contestaba a las interrogantes de los peregrinos, descifrando los movimientos del agua en un cántaro. En otros oráculos, en Dodona, por ejemplo, se auguraba interpretando los susurros de las hojas de un encino; pero había oráculos en donde se estudiaba el movimiento de los peces en un recipiente, o bien, la voracidad que demostraban ciertos ofidios sagrados.

Voces de otredad

Si bien la pitia se expresaba en estado de trance, aun no se sabe a ciencia cierta cómo entraba en ese estado de éxtasis visionario. Se ha propuesto que ella aspiraba las emanaciones tóxicas de la gruta, también que todo era producto de severos ayunos y continuas plegarias, una supresión voluntaria del sueño, o bien, forzosas prácticas de ascetismo, vigiladas por inflexibles sacerdotes.

Inquietud por el mañana

Se ha podido averiguar el tipo de preguntas que los griegos hacían al oráculo de Delfos, gracias a ciertas tablillas de plomo, algunas de las cuales se han conservado hasta la fecha, en donde ellos escribían sus cuestiones. Estas tablillas eran cuidadosamente archivadas por los sacerdotes dentro del templo. Las dudas que se le planteaban sorprenden por su sencillez, su pragmática intención: averiguar si una mujer podrá darle un hijo varón a cierta persona, saber si un préstamo solicitado será una inversión provechosa, etc. Sin embargo, la respuesta de la pitia no siempre era tomada en cuenta.

Una muestra de ello se dio ante la inminencia de la invasión persa. Para saber cómo actuar, los griegos le preguntaron al oráculo qué era lo más conveniente. La respuesta fue, que lo mejor era no oponer resistencia. Pero, aún con titubeos, los griegos desoyeron el consejo, combatieron valientemente a los persas, y lograron la victoria. La sentencia del oráculo quedó en el olvido, pero no se perdió para nada la confianza que en él se tenía.

El esquivo lenguaje del dios

De acuerdo a los expertos, tal comportamiento se explica por la ambigüedad con la que la deidad se manifestaba en el oráculo. La divinidad que se expresaba a través de la pitia, no se equivocaba jamás, pero, debido a que sus mensajes se transmitían por medio de un ser humano, no resultaban exentos de posibles errores. Por otra parte, distintivo de la divinidad era su gusto por los enigmas: siempre decía la verdad, pero por medio de una expresividad lúdica y no falta de cierta malicia, y con ello, abierta a múltiples lecturas. Imposible no recordar lo que le aconteció a Creso, rey de Asia Menor, al cual, el oráculo le dijo que si llegaba a cruzar un río, destruiría un gran imperio. Y en efecto, así aconteció, pero el reino que destruyó, a la postre, fue el suyo propio.

Adivinación y sabiduría

Varios filósofos griegos, tal vez por la admiración que tenían por esta riqueza de sentidos, guardaron un respeto permanente por el oráculo de Delfos, el cual, era una de las instituciones fundamentales de su sociedad. Pero, de cualquier manera, en sus propuestas filosóficas censuraron la mentalidad mítica que el oráculo fomentaba. En este sentido, es rescatable la anécdota de Sócrates, el cual, en su juventud, consultó con el oráculo acerca de quién era la persona más sabia de Grecia. Y la respuesta que obtuvo en Delfos fue la siguiente: “Sócrates es el más sabio”. Esto sorprendió grandemente al futuro maestro de Platón. Sin embargo, al final comprendió la sutil verdad de esta sentencia: la auténtica sabiduría consiste en el reconocimiento de que, en realidad, no se sabe nada.


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