martes, 20 de marzo de 2012

André Masson: "Los caballos muertos"

En una críptica obra, Andre Mason expone una búsqueda interna por la verdad última de lo humano y su relación con el mundo.


André Masson (1896-1987) fue uno de los artistas más admirables del siglo XX. Polifacético creativo francés, Masson fue pintor, grabador, escultor, diseñador escénico y literato. No obstante, de lo más espectacular en la trayectoria de Masson es su paso por el Movimiento Surrealista, fundado por André Breton.

Masson fue herido durante la Primera Guerra Mundial y debido a ello sufrió graves secuelas emocionales. Su talante pesimista exhibía un profundo interés sobre lo humano: sobre sus raíces y su posible destino. Además, la obra entera de Masson está inspirada en una perspectiva holística acerca de la realidad, más allá de la pluralidad de sus fenómenos. Justamente al desarrollo comprensivo/estético de esta oscura intuición, este pintor dedicó la mayor parte de sus esfuerzos creativos.

Desarrollo estético

A inicios de la década de los veinte, Masson se interesó por el cubismo, pero en cuanto Breton lanzó el Manifiesto Surrealista, en 1924, Masson se adhirió a este movimiento con ardoroso entusiasmo. Muchas obras maestras por parte de Masson surgieron gracias a este vínculo. Sin embargo, Masson dejó al Movimiento Surrealista en 1929 ante el talante impositivo de Breton. A la postre Masson vivió en España, Estados Unidos y posteriormente retornó a Francia, instalándose en Aix-en-Provence, en donde se abocó a una pintura de paisajes, de tanta finura y sentimiento, que se le ha comparado con la que se cultivó en la China Antigua.

La obra "Los caballos muertos", pertenece al periodo de intensa búsqueda interior, a través de claves surrealistas, por parte de Masson. Su obra en esta etapa puede definirse como un surrealismo expresivo y espontáneo, el cual, en numerosas ocasiones exploró la práctica de los dibujos automáticos, efectos del azar y la inclusión de arena en sus pinturas. Precisamente este es el caso de “Los caballos muertos”.

El llamado de la forma

Acerca de esta obra, el poeta Bernard Noël comentó alguna vez que en ella no se perciben ni fantasmas, ni cosas fantásticas, sino, por el contrario, derivaciones de una acción física: el esparcir arena en la tela. De acuerdo a Noël, en "Los caballos muertos", la contemplación del espectador se renueva en cada instante, distinguiendo en cada variante de la superficie de la tela, el llamado de la forma. Y es que Masson- al igual y como sucede con otro grande: Max Ernst en sus obras trabajadas con el método del frottage- deja que las formas producidas por el material, en este caso la arena, le sugieran motivos de creación, sin importarle si lo que se muestra en el lienzo resulta o no reconocible.

Enigma, verdad y vida

Para comprender el sentido de las siluetas fascinantes de "Los caballos muertos", libres y crípticas como presencias llegadas de otros ámbitos del ser, vale la pena evocar cierta reflexión del filósofo italiano Giorgio Colli. Este maestro turinés, pensaba que el amor a la verdad es bello sin reservas: nos conduce lejos y es arduo de seguir hasta el final de su trayectoria. No obstante, el camino de retorno es más difícil aún, cuando lo que se busca es expresar esa verdad.

Masson supo llegar a lo más lejano de su propio interior, buscando el logos último que diera cuenta del existir con todas sus contradictorias facetas. Buscaba la verdad. Lo que halló allí fue algo similar a lo que se muestra en "Los caballos muertos". En última instancia, los paisajes de esta dimensión interna y los de Aix-en-Provence están vinculados por esa verdad: una ruta de enigmas que sin tener una respuesta precisa, motivan y justifican más interrogantes y creaciones expresadas en humano vivir.


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